Alegoría de nuestra decadencia

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Insultos, burlas, improperios a voz en cuello y a micrófono abierto parecieran haberse vuelto algo cotidiano dentro de recintos que deberían ser espacios de diálogo respetuoso entre personas educadas. Lamentablemente, de un tiempo a esta parte venimos confirmando que muchos de nuestros legisladores no son los que nuestra alicaída república necesitaría. Son otro triste ejemplo de lo que los ciudadanos rechazamos en nuestra dirigencia política. Representan la decadencia en la que hemos caído.

Ocasionalmente, en el fragor de una confrontación, podrían decirse cosas inadecuadas. Pero, si en lugar de arrepentirse se redobla la apuesta, preocupa. Tal es el caso de la diputada santafesina Florencia Carignano (UP), exdirectora de Migraciones y referente de La Cámpora en la provincia, quien arremetió con soberbia, bajeza e ironía contra su par Gerardo Milman, burlándose largamente de sus problemas de salud sin evidenciar ningún rasgo de humanidad. Exonerado ya por la Justicia, Milman había pedido una moción de privilegio contra legisladores kirchneristas que lo acusaron por el sospechoso intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, Carignano, una de ellas.

En su verborrágico brote argumental, Carignano tildó de gatos y de locas a las representantes libertarias Lilia Lemoine, Juliana Santillán y Nadia Márquez, enfurecida porque la filmaban y le gritaban durante su alocución, dando ellas también triste muestra de comportamientos fuera de lugar. A la diputada portadora de datos erróneos, Juliana Santillán, le dedicó Carignano un sinfín de duras acusaciones sobre su vida privada. La Camporista, vivo ejemplo de la falta de educación y agresividad imperante, afirmó que “el nivel intelectual de las diputadas y diputados libertarios es muy básico, elemental”. Adujo que no es políticamente correcta, se jactó de ser “auténtica” y fundamentó su violento arranque al decir que es “bien tana”. Habría que recordarle a la diputada que la inteligencia emocional que conduce a conductas equilibradas no se consigue en la universidad.

La falta de autocrítica es notoria. Lemoine, cuyo estilo deja tanto que desear, acusó a Carignano de ser “fiel representante del feminismo K” y que “hay que sancionar estos comportamientos dentro de la Cámara”. Ejemplos sobran, entre ellos, la inaceptable referencia del diputado libertario José Luis Espert en un encuentro en la UCA, cuando recordó viejos dichos de su autoría que insultaban groseramente a Florencia Kirchner y a su madre, la expresidenta. El buen gusto impide reproducirlos.

Podemos recordar, meses atrás, en el escándalo por la Comisión de Juicio Político, cómo Marcela Pagano (también de LLA) se cruzó con su compañera de bloque Lemoine en el recinto y le espetó: “¿Qué te pasa, forra?”, oportunidad también en la que su par de bancada, la santafesina Rocío Bonacci, arrojaba agua mientras se desarrollaban escenas de pugilato entre el oficialista Lisandro Almirón y Oscar Zago (MID), siendo que en la misma senda el primero ahora bautizó a Oscar Agost Carreño como Agost Carroña. En estos días, Pagano acusó a Lemoine de chirolita de Martín Menen, quien devolvió gentilezas calificándola de “delirante”. Los cruces continúan en torno al proyecto llamado “ficha limpia psicológica”, de Pagano, que seguramente tarde en avanzar detrás del fracasado de ficha limpia que perseguía que no pudieran ser candidatos a cargos electivos los condenados con doble sentencia.

Sumando virtudes, Carolina Gaillard (UP) tildó a Márquez de “rubia teñida” y Karina Banfi había gritado a Gaillard “¡Denle un Rivotril que está sacada!”. Necesitaríamos varias columnas para completar todo lo que quedó registrado en bochornosos diarios de sesiones y videos.

Mientras crece el nivel de violencia, desciende el del debate. Paula Oliveto (CC) advirtió atinadamente que “estamos normalizando cosas que pasan en el recinto de la Cámara de Diputados que no son serias [..] y evitan que se discuta lo importante”. Miguel Ángel Pichetto (Encuentro Fderal) propuso con más ilusión que esperanza: “Tratemos de respetarnos entre todos” y su compañera de bloque, la cordobesa Alejandra Torres, pidió repudiar los “insultos personales, denigrantes y cargados de connotaciones agraviantes” hacia diputados “en clara violación al decoro parlamentario y la convivencia democrática”.

En diciembre pasado, Carla Carrizo (Democracia para Siempre) había propuesto la creación de una “comisión de ética y disciplina” dentro de la Comisión de Asuntos Constitucionales, con “recomendaciones tendientes a orientar el buen comportamiento de los legisladores, especialmente en lo referente a las cuestiones de orden, ética y transparencia”.

La cantidad y gravedad de insultos, la ausencia de argumentos y propuestas en un virulento clima habla a las claras de la mediocridad y la falta de decoro de buena parte del cuerpo. A menor nivel, mayor probabilidad de que algunos nefastos personajes de dudoso historial y suculento prontuario alcancen un cargo. No podría ser de otra manera cuando es el propio Presidente quien recurre a la agresión y a la descalificación de manera permanente.

Nuestro Congreso testimonia también que el problema educativo no es nuevo y que un error ortográfico podrá corregirse, pero que otras faltas se vuelven insalvables.


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