Los hermanos Dassler: una rivalidad que rompió lazos familiares, dividió su ciudad y terminó creando Adidas y Puma

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Lazos de sangre rotos, rivalidad, traición y poder resumen la saga de los hermanos Adolf y Rudolf Dassler. Aquello que comenzó como un conflicto familiar —cargado de un tono personal y ambiciones cruzadas— terminó dividiendo a la ciudad alemana de Herzogenaurach: los residentes evitaban hablar entre sí, acudían a bares, panaderías y barberías por separado, y hasta casarse con alguien del bando contrario se convirtió en un tabú social. De esa disputa nacieron dos de las marcas deportivas más reconocidas del mundo: Adidas y Puma.

Actualmente, el abismo entre sus ingresos —la de las tres rayas con USD 27,04 mil millones y la del felino con USD 9,48 mil millones en los últimos 12 meses— hace olvidar que todo empezó en la misma casa, con los mismos suelos de madera y la misma cocina. Desde jóvenes, Adolf y Rudolf eran opuestos: el primero, introvertido y meticuloso, encontraba en los zapatos el mismo cuidado que un panadero pone en cada hogaza; el segundo, extrovertido y persuasivo, podía convencer a cualquiera con una sonrisa y una idea de negocio.

La empresa familiar, llamada Gebrüder Dassler, Sportschuhfabrik, funcionaba en un antiguo baño de lavadero

La primera zapatilla de Adolf Dassler, creada con clavos de hierro forjados a mano en la herrería de su amigo Fritz Zehlein

Lo que empezó haciendo Adolf, el menor de los hermanos, fue reparar zapatos en su ciudad natal, enfrentando las desoladoras realidades de la Alemania de posguerra: la escasez de materiales de producción era crítica, y el acceso a crédito para adquirir maquinaria, prácticamente inexistente. Así, recurrió a los escombros militares y, a escondidas en la lavandería de su madre, desarrolló un calzado deportivo innovador, probando piel de tiburón, cuero de canguro y otros materiales hasta crear las primeras Fußballschuhe con clavos forjados por su amigo Fritz Zehlein.

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A la hora de su regreso de la Primera Guerra Mundial, Rudolf (dos años mayor) consideró una carrera en la policía, pero finalmente se unió a la ambiciosa empresa de su hermano. Con el respaldo de su padre, un zapatero experimentado, y la asistencia de la herrería de Zehlein, el 1 de julio de 1924 fundaron la Gebrüder Dassler Sportschuhfabrik (“Fábrica de calzado deportivo de los hermanos Dassler”), instalada ingeniosamente en un baño que fue reconvertido en taller.

Para 1928, el interés del exatleta olímpico y entrenador de un equipo alemán, Josef Waitzer, cambió su trayectoria. Luego de una visita a la planta y una revisión de los experimentos de los hermanos, viajó desde Múnich para constatar la calidad y el potencial de sus productos, y terminó actuando como una especie de asesor estratégico, abriendo las puertas para que la joven firma se acercara directamente a los deportistas que competirían en los próximos Juegos Olímpicos.

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La sombra creciente de la esvástica

El ascenso al poder del nazismo en Alemania en la década de 1930 sumó un nuevo capítulo en la vida de los hermanos y, poco después de que Adolf Hitler asumiera el poder, ambos se afiliaron al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) en mayo de 1933. A medida que la guerra avanzaba, muchas fábricas cerraban o reducían su producción, aunque Gebrüder Dassler logró mantener la última fábrica de calzado deportivo abasteciendo a las fuerzas armadas alemanas Wehrmacht con 10.500 pares de zapatillas al mes.

A lo largo de estas décadas, Adolf Dassler viajó personalmente a la Villa Olímpica de Berlín 1936 para convencer al atleta afroamericano Jesse Owens de usar sus zapatillas con clavos, audacia silenciosa que desafió las normas del régimen. Pese a la presión nazi, que lo consideraba una amenaza a la ideología de supremacía aria, Owens hizo historia al ganar cuatro medallas de oro con el calzado de los hermanos.

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La audaz decisión de involucrar a Owens catapultó la empresa a una escala global, vendiendo 200.000 pares de zapatos al año antes del estallido del conflicto, un factor que, según los reportes, ayudó a salvar la fábrica de ser desmantelada.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, las oportunidades de los Dassler en el mundo del deporte se desvanecieron y las tensiones entre los hermanos se hicieron más fuertes que nunca: Rudolf, veterano de la primera, fue reclutado en 1943; Adolf también recibió su carta de citación militar, pero meses después consiguió un permiso para quedarse en casa​ y seguir al frente de la fábrica bajo la campaña “Guerra Total, la Guerra Más Corta”, que en ese momento se dedicaba a producir armamento antitanque, incluyendo el lanzacohetes reutilizable Raketenpanzerbüchse 54.

Después de la contienda global, el proceso de desnazificación comenzó a perseguir a los miembros del partido y Rudolf fue arrestado por sus posibles vínculos con el servicio secreto de las SS, y terminó pasando un año más en prisión después de que su propio hermano confirmara su afiliación. Desde la cárcel, el mayor acusó al otro de ser un «maestro» en la producción bélica y le lanzó una advertencia: «No dudaré en pedir el cierre de la fábrica para que te veas obligado a aceptar una ocupación que te permita ejercer de líder y, como deportista de primera, llevar un arma».

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El pacto Pelé

La falsa declaración de Rudolf, el testimonio de Adolf y las tensiones acumuladas por años de diferencias y sospechas provocaron la división total de la familia y, por ende, de la empresa. A partir de 1948, la Gebrüder Dassler se partió oficialmente en dos fábricas ubicadas en orillas opuestas del río Aurach que atraviesa Herzogenaurach: Adolf mantuvo la original cerca de la estación de tren y se quedó con dos tercios de los empleados y Rudolf se trasladó al sur, a la de Würtzburger Strasse, donde fundó una propia con el tercio restante del personal.

Aquella división entre los hermanos se volvió tan evidente que los habitantes de la ciudad medieval comenzaron a identificar a los extraños por los zapatos que llevaban, ya fueran Adidas o Puma, un hábito que le valió el apodo de die Stadt der gebückten Hälse —“la ciudad de los cuellos agachados”. La polarización incluso se extendió al deporte local: los clubes más grandes, FC Herzogenaurach y ASV Herzogenaurach, fueron patrocinados por las marcas rivales, lo que intensificó la competencia tanto dentro como fuera de la cancha.

Reflejando su visión y carácter, cada hermano forjó una identidad propia para sus marcas. Desde un primer intento con “Ruda”, Rudolf buscó un nombre que transmitiera velocidad, fuerza y agilidad de un felino, y finalmente eligió Puma; Adolf dio en el clavo al combinar su apodo “Adi” con su apellido «Dassler» para crear Adidas, luego de descartar “Addas”, que ya era usado por un fabricante de calzado infantil.

El primer logo de Puma (1948) mostraba un elegante gato negro en un salto que atravesaba la letra ‘D’, en referencia a su fundador Rudolf Dassler. Asímismo, el de Adidas (1949) presentaba una zapatilla de atletismo con clavos y las tres rayas, ubicadas entre las colas extendidas de las dos ‘d’ del nombre de la empresa

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Las estrategias de cada marca reflejaban perfectamente la personalidad de sus fundadores. Adidas se centró en la innovación y el desarrollo, una filosofía que tuvo su gran momento en el «Milagro de Berna» durante el Mundial de 1954, cuando la selección alemana ganó el título usando sus revolucionarios zapatos con tacos de rosca; y Puma apostó por el marketing audaz y el patrocinio de atletas individuales, una táctica que se hizo legendaria con la disputa por Pelé.

Antes del Mundial de México 1970, las dos empresas firmaron el llamado “Pacto Pelé”, un acuerdo para no competir por el patrocinio de la estrella brasileña. Pero Rudolf lo hizo y ofreció $125.000 de la época (cerca de $1 millón en 2025) a cambio de un gesto: justo antes del pitido inicial del partido de cuartos de final entre Brasil y Perú, Pelé se detendría unos segundos para atarse los cordones de sus zapatos Puma, lo que hizo que las ventas aumentaran un 300%.

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La rivalidad entre los Dassler nunca se disolvió, ni siquiera con el paso del tiempo. Rudolf falleció en 1974 y Adolf en 1978 y, aunque ambos fueron enterrados en el mismo cementerio de Herzogenaurach, sus tumbas se encuentran en extremos opuestos, manteniendo la distancia que los separó, un pacto de sangre que no terminó con la muerte.

ML

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