Fue una dedicatoria de hermano a hermana la promesa de no volver a insultar. Como el poema Se equivoco la paloma, de Rafael Alberti a Pablo Neruda, de bardo comunista a vate comunista: “Creyó que el mar era el cielo, que la noche, la mañana. Se equivocaba”. Por un consejo de Karina, algo demorado, Javier Milei se resignó a dejar ese agresivo estilo continuado e impertinente que le restaba voluntades electorales y que sólo divertía a una turba lisonjera de parásitos tuiteros, gozosa con una colección de insultos de colegio secundario. Algunos merecidos, claro. Igual no admitió la equivocación el Presidente, pero decidió cambiar. Hasta el león más bravo se frena con el látigo. Satisfecha la Iglesia, la cámara de empresarios norteamericana (Amcham) que reclamaban recato, también los burgueses bienpensantes que dudaban de la cordura presidencial. Mucho más alegre Karina, en ascenso, justo en los días previos a una ordenación de candidatos que vence este domingo, cuando se va imponiendo como “el Jefe” político de un encuadramiento interno basado más en la presunta fidelidad al partido oficialista, y a ella misma, que a las dotes de los voluntarios. Una muestra de ese ejercicio que la destaca en el poder, la siguiente anécdota: como se desea reforzar a Patricia Bullrich, aspirante al Senado por la Capital Federal, con un segundo de cierta sapiencia económica, ella recurrió al ministro Luis Caputo diciéndole: “Toto, dame una terna de tu confianza que luego yo elijo”. Yo elijo, debo repetir.
Debido a que Toto está nervioso por lo que ocurra el lunes con los mercados por una montaña de pesos que no sabe si amarrara en el puerto del dólar o en el de las altas tasas, ni se molesta en objetar la orden. Al contrario, debe ocuparse prioritariamente por no encallar en la costa de la moneda norteamericana, peligroso destino al que él avisó —dicen— cuando se decidió hace menos de un mes el desembarazo de las Lefi, una suerte de katana en la politica cambiaria para culminar en un majestuoso harakiri. Mal momento para esos suicidios orientales en quien ni siquiera leyó a Mishima. Para colmo, uno de los sacerdotes económicos preferidos de Milei, Ricardo Arriazu, descargó en una charla una catarata de objeciones a la liquidación de las Lefi —entre otras críticas— y auguro un futuro inflacionario superior al que él mismo había previsto. Mala noticia para el jefe de Estado, difícil que lo trate de “ecochanta” al tucumano Arriazu y, mucho menos probable, es que Caputo se burle de ese “campeón” que anticipa serias turbulencias.
Se le embarró la rueda al engranaje oficialista justo en el terreno donde cosechaba más adhesiones, el económico. Aún con la admisión de que ningún gobierno ha acertado tantos números en la lotería de ese rubro. Esa incertidumbre, sin embargo, no aparece todavía en los preparativos para definir las listas en las próximas elecciones de septiembre y octubre, al menos entre los que sueñan encaramarse al gorro frigio para vivir de ese rebusque en los próximos 4 años. Impresionante y vergonzosa la pugna por obtener un mejor lugar en las listas, sea en la Libertad Avanza y su bandera violeta —con incorporados provistos por Mauricio Macri, que al calzarse el buzo de ese color parecían el Oso Barney, Christian Ritondo por ejemplo— o los paraperonistas que han destripado al justicialismo y hoy carecen de un líder, a menos que uno entienda que la conducción partidaria está en manos de un Axel Kicillof que no da el pinet, un Sergio Massa que está detrás de los cortinados con temor a las luminarias del teatro y se dejó vetar como candidato por una figurita de segundo orden como Juan Grabois (¿o estuvo Cristina en esa conspiración?) mientras desde su prisión de seis ambientes, la viuda de Kirchner, empezó a torturarse con las goteras en el techo que se harán más profusas con mayores años de condena en futuras causas. Nunca imaginó ese final, más cautiva que el conde de Montecristo, peleando por desatarse una pulsera o que no le quiten la jubilación cuando su destino de arquitecta egipcia la llamaba para mediar entre Trump y Putin o aconsejarle el cambio de tintura a Xi JinPing. Ese vacío de liderazgo se aplica en el conglomerado peronista con una cita turfística sobre la conducción: el mejor jinete, el mejor jockey, es el que gana con el mejor caballo. Hoy, en ese núcleo, no se dan esas dos condiciones. Ventaja para Milei si sale del embotellamiento. Quedan otras opciones, claro, los de mitad de la tabla con buena voluntad, la tercera vía, quienes se ofrecen en estos comicios de septiembre y octubre en un ómnibus con más carteristas que pasajeros. Vaya el cuento de hace pocos días, cuando en un acto, un intendente bonaerense de este sector centrista, autónomo, saludó a Facundo Manes como futuro candidato bajo el argumento de que “la provincia necesita un médico las 24 horas”. Al terminar la función, Manes se acerco a quien lo celebró para susurrarle: “Gracias, pero ya no voy por la provincia, me presento en Capital”.
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Cambios, subas y bajas, presiones, alianzas y rupturas, enojos de variado tipo con la seguridad de que en Buenos Aires —para muchos un hito clave— habrá un rol decisivo de los intendentes para las elecciones de septiembre, con abundancia de boletas cortas en el cuarto oscuro para preservar el futuro personal de esos jefes municipales, sin interés en la prevalencia de ningún partido, con la ambición de que voten solo los que ellos lleven a las urnas. La brutal mayoría silenciosa, ese día, ni siquiera sabe lo que se vota, de ahí la amenaza por una falta de concurrencia inédita. Cuantos menos vayan, mejor será la performance de la “casta” distrital. Grave diagnóstico para el sistema democrático, al menos para una representación legítima. Sobre todo cuando la Vicepresidente se hace halagar en un libro con el titulo de “La Generala”. Afortunados entonces los que van a salvar a la Patria.
ff