Argentina fue potencia mundial? Por qué lo que dice Milei es mentira

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“Hacer grande a Argentina otra vez”. El MAGA argento, esa idea de que éramos una potencia mundial a fines de siglo XIX a la que hay que volver, y que “se descarriló” gracias al intervencionismo estatal, está presente sin excepción en cada discurso o entrevista que Javier Milei da en el país y el exterior. Una especie de mantra incuestionable sobre el que fundamenta y legitima su proyecto de país y que lo llevó recientemente a insultar vía X a la reconocida historiadora Camila Perochena, quien cuestionó su endeble relato y afirmó con muchos fundamentos que en esa época “ni los propios liberales se autopercibían una potencia mundial”.

El relato de la Argentina potencia no sólo carece de fundamentos históricos sino que, más profundamente, expresa el ideal de país que tiene el presidente. Pero vamos de a poco.

El argumento libertario de que Argentina fue primera potencia en 1895 parte de que tenía el PBI per cápita (es decir por cabeza o persona) más alto del mundo ese año. Este dato es tomado de una base de información conocida como Proyecto Maddison que le debe su nombre a un reconocido economista pionero en realizar estas estadísticas: Angus Maddison.

El problema es que no sólo toman -casi como una “verdad absoluta”- una única fuente de información, sino que muchos historiadores y economistas serios sostienen que hay que estudiar las estadísticas de la época con mucha cautela porque no son confiables. Los registros eran precarios e incompletos, recién a partir de 1930 se puede contar con series oficiales que registran el PBI del país.

Incluso si el dato fuera correcto. Si Argentina tenía el PBI más alto del mundo a fines de siglo XIX, este indicador económico lo que muestra es la riqueza producida por un país en un determinado tiempo, un año por ejemplo, y se estima como un promedio de ingresos por cantidad de habitante. Pero no explica ni dice nada de cómo vivían las personas en 1895 ni cuánto ganaban realmente.

Para saber sobre esto último sí contamos con un informe muy detallado que hizo en 1904 Juan Bialet Massé llamado Informe sobre el estado de las clases obreras en el Interior de la República. Bialet Massé fue un abogado, médico y docente que investigó y estudió las condiciones de vida de los trabajadores viajando por todas las provincias y llegó a la conclusión que eran muy duras. No había una jornada laboral determinada, en el informe según la zona se podía trabajar 9, 10 y hasta 12 horas por día. Los salarios eran muy bajos, era común el trabajo infantil y las mujeres podían llegar a cobrar la mitad de que los varores. A esto se sumaba que las condiciones de trabajo eran insalubres y era común trabajar sin ventilación, con elementos tóxicos muchas veces, sin baños.

Sugería al Estado implementar leyes laborales porque veía como una amenaza el aumento de huelgas en las distintas ramas y zonas. Con una mano de obra formada por criollos e inmigrantes europeos.

En el Tomo 3 de su informe cuenta sobre las condiciones de trabajo en los ferrocarriles: “En todos los demás trabajos de fábrica no hay nada que notar respecto de los obreros por la labor que hacen, sino por el exceso de jornada, a no ser en las fábricas que tienen refinería, los que conducen las vagonetas embudos de carga, que están sometidos a una elevada temperatura, como los de las turbinas, y además tienen que impeler las vagonetas por los rieles de guía. En la Refinería Argentina del Rosario trabajan desnudos de medio cuerpo y en calzoncillos”.

Hay otra razón estructural por la que Argentina no fue (ni va en camino a ser) una potencia mundial y es que no es un país industrializado con desarrolló científico y tecnológico de punta. Tampoco tiene como meta serlo. A fines del siglo XIX la oligarquía que gobernaba incentivó el desarrollo del modelo económico agro exportador. Eso significó la explotación de tierras para producir materias primas (primero ganaderas y después agrícolas como el trigo) y venderlas al exterior. Es cierto que llegaron inversiones extranjeras importantes, sobre todo inglesas, destinadas a las máquinas y los transportes. Esto volvía a la producción muy dependiente de estos capitales y del mercado mundial. Entonces por ejemplo si caía el precio del trigo, la economía atada a estos lazos, se volvía inestable y caótica. Por eso también las crisis económicas golpearon tanto al país.

Además como dice Ezequiel Adamovsky: “el modelo agroexportador tenía otros problemas que a la larga serían decisivos. Uno de los más notables fue el desequilibrio regional. El extraordinario crecimiento pampeano no se replicó en el resto del país. Algunas zonas también aumentaron su producción, pero a un ritmo mucho menor”. Otras regiones directamente fueron marginadas.

En esta Argentina profundamente desigual, la oligarquía no cuestionó el rol que ocupaba el país en la división internacional del trabajo porque le permitió concentrar riquezas y tierras. Podía gastar fortunas queriendo parecerse a la élite europea mientras la mayoría de la población, inmigrantes y criollos vivía muy mal. Un país con claros ganadores y perdedores.

Podemos decir entonces que Argentina a fines del siglo XIX estaba más cerca de ser una colonia que de ser una superpotencia. Con el paso de las décadas pudimos tener mayor o menor relativo avances en la industria y en menor dependencia pero la situación estructural del país mantuvo estos lazos y hoy vuelven a profundizarse.

Pero más allá del argumento del PBI y la Argentina rica, cuando Milei habla de la “Argentina rica” lo hace con un objetivo profundo. Gaby Pyro y Nahuel Dominguez lo sintetizan muy bien, quiere “instalar como ideas dominantes las ideas de la clase empresaria, y de la fracción que se alza con el poder en particular. Crear una historia de los vencedores y borrar la historia de resistencia por parte de la clase trabajadora”. De hecho fue épocas de gran conflictividad obrera siendo el primer país de Latinoamérica en realizar una huelga general. En noviembre de 1902. Una Argentina potencia-da en la lucha de clases.

Entonces Argentina fue Grande sí, pero para una minoría rica y dependiente. Ahí está el espejo del país sobre el que se refleja el presidente liberatario. Lejos de presentarnos un proyecto de futuro, es un retroceso directo.

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